Somos de aquí, nacimos aquí, vivimos aquí y hemos de morir aquí. Y sesudos científicos están buscando por todo el universo planetas capaces de albergar vida, parecida a la terrestre. Así pues, nosotros nos consideramos, a nosotros mismos, terrestres. Habitantes,`por derecho propio, de este planeta llamado Tierra. Pero, como en el mus, niego, en este caso, la mayor y realmente pienso que somos y nos comportamos como extraterrestres, idea que se me viene a la cabeza al leer el Informe de la PNUD, "2012: Objetivos de desarrollo del Milenio".
Este
informe cifra como aspectos destacados que 1) la pobreza extrema está
disminuyendo en todas las regiones; 2) que el mundo ha cumplido la meta de
reducir a la mitad la cantidad de personas sin acceso al agua potable; 3) que
se ha logrado la paridad en enseñanza primaria entre niñas y niños y finalmente
4) que en todas las regiones aumentó el acceso al tratamiento para las personas
con VIH. Si tenemos en cuenta que los ODM (Objetivos de Desarrollo del Milenio)
estan programados para 2015, no parece que las cosas se hayan dado mal en el
planeta. Pero, no confundamos los objetivos de un programa con la situación de
las cosas, a pesar de las posibles mejoras habidas en el cronograma del plan. Y
la realidad de las cosas es que quedan muchas cosas que solucionar.
Para mi, el más peliagudo de los ocho objetivos de Desarrollo del Milenio (ver vídeo), es el nº 7 que consiste en "garantizar la sostenibilidad del medioambiente", incluso antes que la erradicación de la pobreza o la reducción de la mortalidad infantil. Y aquí vuelvo a retomar lo dicho en el primer párrafo. Nuestra actitud, la de los terrícolas, que no hay que generalizar a toda la especie homo sapiens, ni a todos los tiempos en que esta especie llevamos sobre el planeta, es sólo a partir de finales del siglo XIX o de la 1ª guerra mundial, cuando puede decirse que empieza a desarrollar actitudes y acciones que van a comprometer la viabilidad del planeta en las condiciones en que llegó hasta las fechas indicadas.
Se da la
paradoja de que nuestro comportamiento, el de unos engreídos seres, por otra
parte bastante indefensos, que poblamos una roca flotante, que no es más que la
tercera parte de la superficie, mayoritariamente ocupada por agua salada, pone
en riesgo, quizá irreversible, la habitabilidad del planeta, como la conocen hoy
las sociedades occidentales.
Nuestro
comportamiento como especie es más el de unos hipotéticos ocupantes galácticos
con fines colonizadores y expoliadores que están de paso, que el de los
inquilinos permanentes de este nuestro único hogar posible, al menos hoy por
hoy. Tampoco debemos equivocarnos respecto del alcance de los efectos
destructivos a que nos conduce nuestra actitud: hoy los más perjudicados son
los pobres, los habitantes del tercer mundo, aquellos que no acceden al agua
potable, que sufren hambrunas, enfermedades fácilmente erradicables,
analfabetismo, guerras, etc. Pero no a mucho más tardar los efectos de los
desastres llegarán a las sociedades del primer y segundo mundos, a todos. Ricos
y pobres. Actuamos como extraterrestres
respecto de nosotros mismos y estamos destrozando, a pasos agigantados,
precisamente, nuestro único y frágil nido, hecho desconocido e insólito en
cualquier especie de las que pueblan esta nave espacial que llamamos tierra.
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