miércoles, 26 de septiembre de 2012

EXTRATERRESTRES


Somos de aquí, nacimos aquí, vivimos aquí y hemos de morir aquí. Y sesudos científicos están buscando por todo el universo planetas capaces de albergar vida, parecida a la terrestre. Así pues, nosotros nos consideramos, a nosotros mismos, terrestres. Habitantes,`por derecho propio, de este planeta llamado Tierra. Pero, como en el mus, niego, en este caso, la mayor y realmente pienso que somos y nos comportamos como extraterrestres, idea que se me viene a la cabeza al leer el Informe de la PNUD,  "2012: Objetivos de desarrollo del Milenio".

lunes, 17 de septiembre de 2012

Energía, territorio y paisaje: sinergias y “disarmonías”




Muchas de las fuentes de energía hoy llamadas renovables han sido empleadas por el hombre a lo largo de su historia: el sol, el viento, el agua, la biomasa. Propias de épocas de escasez, de un nivel de metabolismo energético, digamos, bajo, en que un elevado consumo no era aún sinónimo de alto nivel de vida, dejaron no obstante sobre el territorio una serie de fábricas e instalaciones que hoy consideramos, por su alta adaptación al entorno, clima y materiales de cada lugar, bellas y armónicas: molinos de viento, salinas, batanes, ferrerías, tejeras y cocederos de ladrillos, etc. Su cualidad de una vinculación estrecha entre la necesidad humana que los genera, y las condiciones y recursos del entorno en que se implantan (un molino de viento en un cerro, un batán junto al curso de un río) son la razón última de tal expresión armónica.
Si consideramos las actividades energéticas en relación con tres aspectos: el lugar de producción, el de consumo y el entorno o soporte donde se han de implantar, encontramos una relación sinérgica en esta forma tradicional de proceder. El ejemplo perfecto de ello quizá sea el velero, en que la fuente, el lugar de producción y el de consumo están en el mismo artefacto, que produce un efecto armónico en su desplazarse sobre el mar. La revolución industrial, de la mano de la especialización y de avances como el motor de explosión o la electricidad, promovió no obstante formas productivas más eficientes basadas en la acumulación  y el transporte, en que la relación entre áreas de producción y de consumo tiende a disociarse, así como la vinculación de la actividad con el medio de implantación. Las renovables modernas han aterrizado dentro de este esquema, desarrollándose en instalaciones que por su desvinculación con el territorio resultan ser objetos “alien”, generando habitualmente una sensación de alto impacto y disarmonía visual.


Si las primitivas industrias mencionadas al principio respondían a los métodos preindustriales de aprovechar los recursos disponibles en un entorno próximo a cada localización, desde la revolución industrial progresivamente se impone un modelo en el que se priorizan los fines, entendiéndose que los medios no importan como limitadores pues se encuentran siempre disponibles en un borroso “conjunto del planeta”. Ello, progreso material aparte, ha traído catastróficas consecuencias ecológicas, al difundir la conciencia de la inagotabilidad de los recursos y la consiguiente cultura del consumo y del derroche, pues uno se imagina que si dispone de un grifo en su casa, es porque siempre saldrá agua de él. Haciendo necesaria, a la larga, la imposición de una forzada y un tanto artificiosa, sobrevenida conciencia ecológica.
En el campo de la energía, las renovables aterrizaron en este estadio consumista y monopolizado por grandes empresas, de las energías convencionales. A la luz de las recientes crisis y la creciente concienciación sobre la agotabilidad de recursos y los insostenibles niveles de contaminación, diversas iniciativas sin embargo parecen recuperar parte de la vieja filosofía de adaptación a las condiciones de cada lugar, combinándola con las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. La llamada “generación distribuida” apuesta por sustituir el modelo de concentración en grandes plantas por estructuras menores para la producción, aprovechando la vocación energética de cada localización y estableciendo en la mayor proximidad posible la producción y el consumo. En este sentido se enmarca la regresión de EEUU de los proyectos de grandes centrales hidroeléctricas a la llamada “micro-hidráulica” de pequeños saltos; la cogeneración como apoyo al suministro para pequeñas poblaciones; la producción y gestión de energía en los propios hogares o las políticas para favorecer sistemas pasivos de climatización (aislamiento, orientación y protección solar, ventilación cruzada, etc.) en la construcción. Mientras, diversas experiencias de autoabastecimiento energético se vienen desarrollando por ciertas instituciones y comunidades más o menos aisladas, que comparten la característica de ser independientes al suministro de las grandes compañías. Propio de regiones insulares o de instituciones como Universidades, se basan en el aprovechamiento de una energía local estratégica o en un exhaustivo mix de energías “locales”, como en las islas de Martha’s Vineyard, Samso en Dinamarca o el proyecto para El Hierro. La gran aportación de estos proyectos, no obstante, es la creación de una auténtica conciencia ecológica forzada por el necesario ajuste de los consumos a la existencia limitada de recursos energéticos.
Conjuntamente con ello, es de esperar que deriven en la creación de estructuras energéticas, como antaño, más armónicas con su medio de implantación.

http://vimeo.com/7927648

lunes, 10 de septiembre de 2012

A limpiar el mundo


A limpiar el mundo

Cantidades ingentes de basura por habitante, cantidades ingentes de habitantes y una sociedad que premia la cultura del usar y tirar.
España produce anualmente unos 24.000.000 de toneladas de residuos urbanos. Considerando que España tiene una población de unos 45 millones, se puede estimar que se producen 0,53 toneladas de residuos urbanos por habitante al año; es decir 530 kg. La esperanza media de vida ronda los 80 años, así que una persona produce a lo largo de su vida ¡42.400 kg de residuos! Y esto contando sólo los residuos generados en los hogares, sin tener en cuenta los producidos por las actividades económicas.
No hay que ser un especialista para que a uno le salten las alarmas al ver estos datos. Ante este panorama, ¿no habría que tomar medidas para reducir este despilfarro de recursos, de energía empleada para el tratamiento de residuos, de espacios contaminados, de aguas contaminadas…?
¿Cómo empezar? ¿Dónde poner el esfuerzo? Analizando las estadísticas de otros países europeos, queda claro que aplicar medidas disuasorias no es suficiente, ya que, en países que tienen un sistema de recogida y gestión de la basura diferente al español, la producción de residuos urbanos por habitante al año es muy parecida a la española. En Holanda y en Suiza por ejemplo, el hecho de que sólo se recoja la basura una vez a la semana y sólo en las bolsas reglamentarias, que cuestan más de 0,80 euros (frente a los 0,13 euros que cuestan en España), no parece ser suficientemente disuasorio para reducir la producción de basura, ya que la producción por habitante no desciende de las 0,5 toneladas al año en el caso de Holanda y en el de Suiza llega incluso a las 0,7.
La medida más eficaz sería el cambio de mentalidad de los habitantes, el abandono de la cultura del derroche, el impulso del reciclaje y de la reutilización de las cosas. ¿Por qué tiene que terminar la vida de un tarro, de una botella, de una caja… cuando se agota su contenido? ¿no podría limpiarse y rellenarse? La cultura del derroche está tan instaurada en nuestra sociedad que incluso las Sociedades Geográficas, que tanto bien hacen con sus llamadas de atención sobre los problemas medioambientales y territoriales, envían sus publicaciones mensuales doblemente plastificadas. En los supermercados empiezan a cobrarse las bolsas (medida muy apropiada para favorecer su reutilización), pero los productos cada vez llevan más embalajes de plástico y los que se vendían en packs se venden ahora en unidades. Podría seguir con una lista de ejemplos interminable. ¿Pero es que a nadie se le ocurre regular esto? 
La producción de basura se ve como un derecho universal. Bolsas y bolsas dejadas en los descansillos esperando que las recoja el camión de la basura. Y si no pasase ¿no nos irritaría tener que estar viendo los residuos que hemos producido? ¡Buaj! ¡Basura! No importa que instantes antes haya estado en nuestras manos, en cuanto cae en la bolsa ya no es cosa nuestra, ¡que se deshagan otros de ella y que la depositen en un lugar donde no podamos verla ni olerla! Así nos creemos que desaparece. Lo cierto es que esa materia que nosotros hemos desechado perdura y se acumula, bien en depósitos que serán enterrados, bien en el mar, pero perdura, en muchos casos incluso más allá que uno mismo.

Fuentes:
Instituto Nacional de Estadística: www.ine.es
Estadísticas europeas, Eurostat:
Estadísticas de Suiza:
http://www.bfs.admin.ch/bfs/portal/de/index/themen/02/06/ind13.indicator.130307.1377.html?open=1301,1302&close=1301


Escrito por Lic. María García

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Propuesta para una nueva base industrial española


Sin duda, los océanos están llamados a tener un mayor protagonismo del que hoy tienen, como supermercado de los habitantes de este planeta. La situación insostenible por mucho más tiempo de las, cada vez más abundantes hambrunas que asolan al tercer y cuarto mundo, y las perspectivas geopolíticas, nos anuncian que los océanos se han de convertir en la mayor reserva nutricional del planeta. Si bien es cierto que las producciones alimentarias terrestres todavía pueden ser más eficientes y más justas en su distribución, no es menos cierto que cada vez se ven más amenazadas a medio largo plazo, entre otros factores, por la progresiva desertización debida al cambio climático.

Desde hace décadas la producción de la agricultura y la agroindustria española está en recesión y todo el  entramado industrial, denominado "primario" se ve acosado por problemas de toda índole y naturaleza. Unos, derivados del agotamiento de un modelo ancestral que provocó el éxodo demográfico del campo hacia otras actividades -terciarias sobre todo, dentro y fuera de España- y, otros, debidos a la insuficiente competitividad de la mayoría de los subsectores, salvo las excepciones tradicionales que todos conocemos. En términos de contabilidad pura y dura, lo primario es hoy por hoy más un problema para la economía española, que una solución de futuro, ya que adolece de mayores costes sociales que beneficios económicos.

El estado mundial de la Pesca y la Acuicultura 2012. FAO

Pero, lo primario no se acaba en tierra. España ha sido de siempre un país marítimo, no sólo por pura geografía, sino también por la historia, obligado a buscar salidas vitales allende los mares. Sin embargo, aunque la pesca y su industria han sido referentes económicos en su historia económica, y aún lo son, ha dejado de ser una potencia pesquera como lo fue en las décadas de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado. Con este declive y otros factores industriales de escasa productividad en relación con otros paises asiáticos emergentes, la industria de construcción naval no tuvo más remedio que reducir su capacidad hasta los 2/3 de la instalada en los años 70 y 80.

 No obstante, podemos decir, exagerando sólo lo necesario, que la pesca es hoy a la industria del mar, lo que la revolución industrial manchesteriana a la industria aeroespacial. El 90% de los recursos alimentarios y de otro tipo que alberga el mar están por explotar. Existen otros caladeros por descubrir que requieren de investigación, tecnología y dinero para su puesta en valor. El mar es un sector de futuro.

A pesar de la sobre-explotación que ejercemos sobre los caladeros tradicionales, el mar ofrece recursos poco, o nada, explotados. La acuicultura ha desarrollado solamente un 25% de su capacidad y otras actividades de la agricultura marina, como puede ser la explotación de algas y otros microorganismos, está en pañales. Por otro lado, son pocos todavía los paises que están en vías de desarrollar una industria del mar a la escala a la que nos estamos refiriendo. El mercado de los productos del mar es ilimitado en el campo alimentario y, en otros, como la industria farmacológica ofrece cotas espectaculares de crecimiento potencial.

El estado mundial de la Pesca y la Acuicultura 2012. FAO

A su vez, desde el punto de vista del efecto "arrastre" que la industria del mar a gran escala ejerce sobre otras actividades es muy elevado, según revelan estudios rigurosos. Tiene externalidades directas sobre un amplio abanico de sectores económicos como son: el primero, la investigación en muchisimos campos, la industria alimentaria, sanitaria, farmacéutica, etc. Asi mismo, son sectores muy afines y necesarios para desarrollar una industria del mar potente, el sector de la construcción naval para poder disponer de flotas de buques de tecnologías avanzadas, otro tanto cabe decir del sector de construcción aeronáutica y de aviónica, para disponer de aeronaves de transporte capaces de mantener una cadena de comercialización y distribución planetaria en tiempos récord. Respecto del mercado interior, una industria potente del mar requiere de una red ferroviaria de mercancias moderna y eficiente. Y así se pueden ir desgranando otros sectores y actividades, pero quizá el más importante y el menos tangible es que se trata de un sector donde mucho está por hacer, un sector basado en la innovación y la investigación. Es, en definitiva, un sector de futuro y con futuro.

Aunque estemos en crisis y, precisamente porque estamos en crisis, debemos aprovechar esta ocasión para apostar por este sector, repetimos, de futuro y con futuro, que nuestro país empezó a desarrollar con experiencias singulares, pero que ahora habría que configurar como una de las industrias básicas españolas.

Por
JEV

Economista y consultor, especialista en Transporte, y miembro del Foro del Transporte y el Ferrocarril (FTF)